Defender a Jacob
Lo que ocurre cuando los niños son tratados como adultos.
William Landay, 2012
Resumen
Cuando descubren el cadáver de un adolescente en un bosque
con tres puñaladas en el pecho, la idílica comunidad de Newton entra en shock.
El ayudante del fiscal del distrito, Andy Barber, se hace cargo del caso hasta
que su hijo Jacob, compañero de clase del chico, es acusado del crimen. Andy no
sólo perderá su trabajo, sino que verá cómo todo su mundo se desmorona. Con algún
recelo, agobiado por un secreto del pasado y convencido de que su hijo ha sido
injustamente acusado, buceará en Facebook, interrogará a escolares, se
enfrentará a su esposa y hará lo imposible para hallar un culpable que devuelva
la inocencia a Jacob y devuelva la paz a sus vidas. Una novela que cuestiona
los límites del sistema judicial estadounidense en el que los niños son
tratados como adultos y que es también una soberbia lectura que plantea la
escalofriante pregunta de hasta qué punto los progenitores conocen realmente a
sus hijos.
Proceso Judicial
Introducción
Una historia en la que, a lo mejor, las pruebas no están mal
interpretadas y en la que la inocencia de Jacob no esté tan clara como al
principio parece.
La historia gira en torno a la figura del padre de Jacob,
Andy, y es ahí cuando se plantea un giro argumental verdaderamente interesante,
todos los esfuerzos del señor Barber se centrarán no en demostrar la inocencia
de su hijo -eso sería lo habitual en un libro del género- sino en conseguir
como sea un veredicto de no culpabilidad para Jacob, y no porque quiera tanto a
su hijo que no quiere que acabe en la cárcel aunque sea culpable, sino porque
está tan convencido de que su hijo no ha podido cometer el asesinato que si las
pruebas indican lo contrario es porque las pruebas se equivocan (en el sistema
jurídico estadounidense existen tres veredictos: inocente cuando las
pruebas demuestran que el acusado no ha cometido el delito del que se
le acusa, culpable cuando las pruebas demuestran que el
acusado sí ha cometido el delito del que se le acusa, y no
culpable cuando las pruebas no pueden demostrar que el acusado haya
cometido el delito del que se le acusa; en la práctica se dan muy pocos
veredictos de inocencia).
Para conseguirlo Andy empleará todos sus conocimientos sobre
el funcionamiento de los tribunales, aspecto de la vida de la que no es
desconocedor ya que ha sido durante muchos años ayudante del fiscal del
distrito y se conoce como la palma de su mano todos los claroscuros de la ley
estadounidense.
«Defender a Jacob» comienza como un thriller judicial pero
en realidad esconde una novela psicológica con toques de novela negra. Esta
obra plantea varias de las preguntas que ningún padre quiere hacerse y mucho
menos tener que contestar ¿hasta qué punto conocemos a nuestros hijos? y ¿cómo
estamos seguros de que nuestros hijos son buenas personas?
Desarrollo
Desarrollo
El libro plantea un caso que no puede dejar indiferente a
nadie, la posibilidad de que un niño de catorce años haya cometido un
homicidio. No es extraño que esta novela
haya tenido tanto éxito en EEUU, donde
se cuestiona el hecho de que los niños sean juzgados como adultos en un proceso
judicial.
Es la historia de una familia norteamericana normal y
corriente, formada por los padres, Andy y Laurie Barber, y su hijo
Jacob, que tendrá que afrontar la terrible experiencia de ver al
hijo sometido a juicio por asesinato. Pero esta historia tiene mucho más. Profundiza en la
personalidad de los protagonistas, habla sobre la verdad y la justicia, sobre
lo difícil que es educar a los hijos, lo complicado que resulta conocer
realmente a otra persona, incluso a las más cercanas. Porque en esta novela los
personajes se sorprenden unos a otros continuamente, se guardan secretos y se
mienten.
Es curiosa también la referencia hace hacia el llamado “gen
asesino”, término que indica una predisposición a la violencia como rasgo
hereditario.
Es un libro que provoca polémica por el caso tan difícil que
plantea. Cuando los niños cometen crímenes violentos se genera una auténtica
alarma social, y se buscan explicaciones racionales a un hecho que nos parece
tan antinatural, tirando por tierra las ideas que podamos tener sobre la
inocencia de la infancia.
La pregunta que planea a lo largo de toda la
novela es si los padres conocen realmente a sus hijos. El
autor quiere expresar esa sensación que tienen los padres de hijos
adolescentes de que quedan excluidos de su círculo privado, con lo que no saben
lo que sus hijos pueden ser capaces de hacer. De hecho,
el protagonista, Jacob, parece un adolescente típico, pero al mismo
tiempo sus padres desconocen lo que sucede en su interior. A partir de aquí,
otra cuestión que se plantea es la responsabilidad paterna ante los
actos de los hijos menores, así como hasta dónde pueden llegar para protegerlos.
En “Defender a Jacob” el autor, a través de la voz de Andrew
Barber, no cuestiona en ningún momento el sistema judicial norteamericano; sabe
cómo funciona, cuáles son sus limitaciones y se ciñe a demostrar la no
culpabilidad de su hijo con las herramientas que ha utilizado durante su
carrera como primer ayudante del fiscal.
Uno de los rasgos más interesantes es el lenguaje que
utiliza. Llano y directo, sin florituras ni rodeos y con escasa terminología
legal, introduce eficazmente al lector en la trama. Así, mientras uno se
sumerge en sus páginas es capaz de sentir la desesperación de la madre de Jacob
cuando su hijo es condenado o puede participar en la tensión que existe entre
Andrew Barber y su padre.
En el libro se pueden apreciar dos partes muy bien
definidas. En la primera se exponen los hechos: conocemos la perfecta vida de
los Barber y cómo se va derrumbando según pasan los días que llevan a la fecha
del juicio que determinará si Jacob es inocente o culpable. Vemos el descenso a
los infiernos de Laurie Barber, a Andrew Barber agarrarse a su inquebrantable fe
en su hijo y su lucha para que todo aquello que tanto le ha costado levantar no
se destruya. También observamos con curiosidad a Jacob, que tiene ese algo que
no sabemos qué es pero que no nos gusta, aunque no queremos decir nada por si
acaso. Quizás sólo sea un adolescente algo excéntrico y solitario. O no.
En la segunda parte de la historia tiene lugar el juicio y
lo que sucede tras él. Es la parte de la montaña rusa en la que sabemos que lo
peor ya ha pasado.
En esta obra se plantean cuestiones tan importantes como la
existencia del libre albedrío, si el determinismo genético se puede utilizar
como atenuante o agravante en un caso de homicidio, qué parte de culpa pueden,
y deben, asumir los padres en los actos de los hijos, la importancia de los
juicios mediático y social que, inevitablemente, acompañan a los procesos
judiciales y cómo afectan los sentimientos a la hora de juzgar los actos de los
seres queridos.
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