jueves, 15 de noviembre de 2018

"Matar a un ruiseñor", un juicio hecho literatura.

Matar a un ruiseñor, obra maestra de la autora estadounidense Harper Lee, evoca la infancia de la joven Jean Louise Finch en un pequeño pueblo de Alabama. La novela se centra especialmente en los sucesos que rodean el juicio de Tom Robinson, un hombre negro acusado de violar a Mayella Ewells, una joven blanca. Será Atticus Finch, padre de la narradora del relato, quien tendrá que ocuparse de la compleja defensa, tratando de hacer valer un ideal de justicia por encima de los rancios prejuicios raciales de un aislado pueblo sureño, imbuido aún por ideas esclavistas y supremacistas.






CONTEXTO  Y LEGISLACIÓN DE LA ÉPOCA


La novela nos sitúa en el año 1936, momento en el que Estados Unido estaba sumido en plena Gran Depresión y en el que aún quedaban minorías de esclavos en el Sur.

Esta época constituirá además un momento de expansión para la legislación segregacionista, leyes que buscarán otorgar una posición privilegiada a los blancos, tratando a los afroamericanos como seres libres pero, ni mucho menos, iguales.

En el activismo a favor de la emancipación negra tuvo mucho que ver la fundación en 1909 de la NAACP (National Association for the Advancement of Colored People), dado que muchos afroamericanos rechazaron las medidas conciliatorias de Booker T. Washington y prefirieron ser ellos los primeros en tomar acción en favor de su raza.

Durante la Gran Migración (1910-1920), la pobreza obligó a muchos a emigrar cara las ciudades, donde las distinciones raciales se hicieron notorias al evidenciarse la distinción entre los míseros medios de transporte, escuelas y ámbitos de trabajo de los negros con las comodidades y privilegios que caracterizaban los espacios blancos. Todas estas medidas de separación, por supuesto, estaban legítimamente avaladas por la ley y eran defendidas por la actividad jurisprudente de cualquier Estado.

Sin embargo, aunque el "New Deal" de Franklin D. Roosevelt proporcionó un mayor apoyo a este sector de la población no fue hasta mediados de 1930 cuando la NAACP lanzó una serie de campañas que trataban de desmontar esta "segregación de iure" o racismo legal. Sin embargo, las leyes estatales y locales de Jim Crow (1876 - 1965) resistieron muchos años más, debilitándose únicamente a base de la lucha y reivindicación constante por la justicia racial.








EL DESARROLLO DEL JUICIO EN EL LIBRO


El juicio de la obra se resumirá en un claro intento de la autora de mostrar como un lugar que debería ser una garantía de justicia y protección para todos (el juzgado) puede transformarse en un auténtico tormento para quien las leyes dejan aparte. 

Tom Robinson, a pesar de ver probada su inocencia a través de las múltiples e irrefutables pruebas que Atticus ofrece será condenado precisamente por el elemento que viciaba las mentes (y por extensión, las leyes) de la época: el racismo. 

Cuando el joven afroamericano se atreve a confesar en el interrogatorio en un arranque de honestidad que sentía pena por la pobreza y soledad de Mayella (muchacha que vivía además sometida a los abusos de su padre) y que fue ella  la que se sintió atraída por sus inesperadas muestra amabilidad y cortesía la sentencia condenatoria se hará definitiva. "¿Cómo podría ser esto verdad?", se preguntará el jurado, "¿es posible que un negro pueda sentirse en algún aspecto superior a un blanco?". 

El statu quo de la época se verá así escenificado ante el juez, siendo los ingenuos ojos de los niños los únicos sorprendidos en medio de un mar de adultos, a los que las crueldades del mundo ya habían preparado para el inocuo desenlace, habituados estos a ver convertida  la ley en un simple juguete en manos de quienes concentran el poder.




Clip de la película de 1962 To Kill a Mockingbird, basada en el libro.























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